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Julian Assange |
Pero Wikileaks no es cosa de un solo hombre. Assange dirige a un equipo de periodistas que se mueven silenciosamente entre las trincheras y las ruinas de los estados que han fracasado en este sangriento siglo XXI. El otro día le preguntaron al joven periodista australiano qué había visto hasta ahora desde esa plataforma que recibe ataques constantes desde el poder. Assange respondió «la muerte a escala mundial de la sociedad civil». Se refería a los acelerados flujos financieros, a las transferencias electrónicas de fondos que se mueven más rápido que la sanción política o moral, destrozando la sociedad civil a lo ancho de este vano mundo. Más inquietante todavía fue su segunda respuesta: «hay un enorme y creciente Estado de seguridad oculto que se está extendiendo por el planeta, principalmente basado en Estados Unidos». Es una red de tutelaje que existe en todos los países occidentales y conecta a todos los países occidentales.
La censura también se ha instalado en las redes sociales. El poder también sabe hacer la guerra en internet. De modo que estos días se han cerrado varios perfiles en la santa casa del Facebook, concretamente el de un grupo que convocaba pacíficamente a gays y lesbianas a besarse delante del Papa en su visita a Barcelona. Al parecer, una mente puritana recorre el caralibro y actúa a las órdenes de Benedicto XVI. Un breve paseo por la red 2.0 nos demuestra que Facebook está plagado de santos redentores, vírgenes de la Macarena, incluso una santina atea y republicana que también ha sido censurada esta semana. Comienzo a pensar que la red esconde a una santa inquisición que condena a la desaparición a quien es republicano, gay, lesbiana, anticlerical, antipapal, antifascista y así en este plan. Me temo que alguien sigue teniendo el control de nuestras vidas. Quiere uno decir que en las redes sociales están todos nuestros datos, nuestras vidas, nuestros deseos y que ellos siguen estando en el último escalón de la pirámide, vigilándonos y moviendo hilos. Ay.
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