Espejo de villanos: «Necesitamos resucitar la memoria, reconquistar la verdad del pasado»

"Hijos de puta, si os dejo con vida es por que habréis de amortajárme como a un ángel"

jueves, 9 de junio de 2011

«Necesitamos resucitar la memoria, reconquistar la verdad del pasado»

La siguiente entrevista con el político y escritor Jorge Semprún, fallecido anteayer en París, fue realizada hace tres años, durante su estancia en Gijón, para participar en la «Semana negra». Se trata de un texto en su mayor parte inédito, del que apenas se entresacaron unos minutos para su emisión en un programa audiovisual, en el que Semprún reflexiona sobre la memoria y sobre su vocación literaria.

 

Gijón, Víctor GUILLOT

El III Ejército de Patton abrió las puertas de Buchenwald un domingo de abril. Ese día un joven estudiante español de 22 años volvía a ver la luz tras dos años recluido en el campo de reeducación alemán. Ese día nació un escritor que forjaría una leyenda como resistente en el frente francés, comunista clandestino, intelectual de la izquierda europea y ministro de Cultura en el Gobierno de Felipe González. Vivió a caballo entre la escritura y la muerte, de la que sólo lograba escabullirse cuando lograba evadirse de su máquina de escribir. Hombre lúcido, vitalista y resistente.

-Usted reconoce en su libro «La escritura o la vida» que tardó mucho tiempo en descubrir a Marcel Proust; en cambio, de la lectura de su obra dedicada a la memoria de Buchenwald, el lector extrae la conclusión de que Proust le ha servido para evocar lo que ha sido su propio pasado familiar y sus pasos en los campos de concentración.

-Cuando digo que he tardado mucho en leer a Proust no es ninguna broma. Desde la adolescencia, su indagación en la memoria no me interesó mucho, quizá porque me resultaba excesivamente familiar. Tenía la impresión de que al describir a aquella familia, también estaba contando historias de mi propia familia. De modo que había demasiada proximidad entre mis historias familiares y las suyas. Lo que me resultaba extraño entonces era que todo el mundo creía que yo me inspiraba directamente en Proust y quizás esto se deba al tipo de descripción que hace de la familia y, sobre todo, a ese tipo de frase proustiana tan extraña en la tradición literaria francesa y, en cambio, tan próxima a la tradición española.

-No creo que los franceses se tomaran a bien que alguien insinuara que Proust escribe como un español.

-No sé si alguien ha indagado en los orígenes de esa frase interminable de Proust, llena de incisos y subproposiciones, que es una forma de escribir prosa típicamente española. A mí, desde luego, no me parecía tan novedosa como sí les resultó a tantos jóvenes escritores franceses del momento. Por entonces, después de publicarse «El largo viaje», se estaba escribiendo una tesis húngara sobre mi literatura que hablaba de la influencia proustiana en Jorge Semprún. Yo no había leído a Proust todavía. Lo que está claro es que debe haber una simpatía o semejanza en mi forma de escribir y la forma de Proust. Sin embargo, desde que la influencia de Proust se hizo consciente en mí, después de leerlo y estudiarlo ya nadie me dice nada, salvo porque ambos trabajamos la literatura desde la memoria.

-¿Y cuál es el motor que le impulsa a escribir y a recordar sus dos años en Buchenwald?

-Por definición o por necesidad, en mi literatura, ya sea política o puramente novelesca, la memoria tiene un papel fundamental, porque es sinónimo de identidad. Para alguien que ha tenido tantas identidades y tan diferentes como yo, que ha estado dudando si era español o francés, si era escritor o político, la única forma de permanencia de su identidad, de estar seguro de lo que era, se expresaba a través de la memoria. Puedo ser español o francés, pero soy aquel que recuerda que en 1931 sucedió esto y en 1936 esto otro. En la memoria encuentro el clavo al que me aferro para alcanzar la identidad.

-¿Qué valoración hace de los intentos de recuperar su memoria histórica en España?

-Todos los países de Europa tienen un problema con su propia memoria, porque la historia de Europa en el siglo XX es una historia trágica y sangrienta y, por consiguiente, tienen la necesidad de olvidar. Francia tiene un problema de memoria histórica porque no ha asumido plenamente lo que fue el Gobierno parafascista de Vichy. En cambio, la memoria histórica del pueblo estadounidense no tiene esos problemas. Continuamente se hacen películas sobre la guerra de Vietnam y no tardarán en hacerse sobre la guerra de Irak. En EE UU no hay ese recelo. Sin embargo, en España hemos tenido durante mucho tiempo la necesidad vital de la desmemoria, si no de la amnesia. No podíamos estar recordando cada día lo que fue la Guerra Civil y la represión porque teníamos que construir algo en común entre todos, entre los hijos de unos y los hijos de otros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario