Espejo de villanos: Cascos y la rebaja cultural

"Hijos de puta, si os dejo con vida es por que habréis de amortajárme como a un ángel"

sábado, 15 de octubre de 2011

Cascos y la rebaja cultural

A Cascos siempre lo veía en Arco, paseando a su mujer monumental, María Porto, que siempre fue una mujer con un Pollock de fondo, entre academias y galerías. En Arco se exponían cuadros de la Malboroug que yo veía porque siempre tenían alguna figura retorcida de Francis Bacon, lo más parecido a Goya, tan moderno como Goya, y algún Pelayo Ortega, que comenzaba a valorarse, hace más de diez años, en las calles de Madrid. A uno, entonces, le llamaba la atención ese interés de FAC por el arte y la rubia, por Bacon y Pelayo, por eso que los intelectuales llaman arte de vanguardia y que es un arte para la inmensa minoría. Con el paso de los años, todo ha cambiado y María Porto, que entonces era un misterio rubio, terminó cerrando galerías e inaugurando sedes políticas en cada pueblo de este extraño país.

Que la cultura ha sido la gran celestina en los despachos y las alcobas de los gobernantes no es nada nuevo. El caso es que la nueva derecha de FAC ha llegado con la recortadora y lo primero que va a trasquilar, señora, son los museos, los festivales, las televisiones, que costaban un Potosí y eran el legado de un socialismo que gastaba sin mirar el bolsillo. A partir de ahora, lo que va a promocionarse en esta santa región es el arte local, así que van a demoler, una por una, cada torre de marfil. El argumento pretende ser montuoso y contumaz. Si no recortamos la televisión, recortaremos en hospitales, escuelas y por ahí todo seguido, hasta que usted se vea obligado a abandonar a su abuela en una gasolinera.

El otro día, Francisco Álvarez Cascos se presentó a los asturianos como un carnicero dispuesto a sajar el presupuesto y dejarlo en los huesos de tanto recortar millones de una y otra partida. La RTPA, el Festival Internacional de Cine, Laboral Centro de Arte y el Centro Niemeyer son algunos de los objetivos que FAC tiene en el punto de mira de su plan de austeridad. La semana pasada decíamos, tras conocerse la muerte por asfixia del Centro Niemeyer, que Cascos quería desmantelar cualquier institución que significara una reminiscencia del pasado de los asturianos. El arecismo ha muerto, parece anunciarnos FAC, en cada comparecencia pública, por más que pretenda negociar a continuación sus reformas en el parlamento, donde sabe que los diputados están esperándole para tirarle una piedra.

Sin embargo, más allá del deseo de liquidar todo lo que construyó el socialismo asturiano en los últimos doce años, lo que se esconde es la pulsión de destruir todo aquello que FAC no puede tener entre sus manos y, de paso, levantar una nueva Consejería de Cultura, sin el lastre de tantos enemigos. En definitiva, aquí de lo que se trata es de controlar la Consejería de propaganda. Y si no se puede, destruirla.

Cada palabra de FAC es como una piedra donde está grabada la voluntad de dejar una huella. Todo el mundo quiere dejar en este mundo algo por lo que se le recuerde: un libro, un árbol, una lápida, una medalla, algo. En el caso de FAC, seguramente nos quedará un retrato en la sede del Gobierno. Todos los retratos presidenciales son malos, desgraciadamente siempre se les queda a todos un aspecto rancio.

A los mecenas del Renacimiento, la Iglesia entre ellos, les sucedió la burguesía consumidora de cultura, desde la Revolución Francesa (lo que más mueve la cultura son las revoluciones), y desde entonces, abolido el príncipe, el artista es el príncipe de sí mismo, como Sartre dijera de Baudelaire. Príncipe o mendigo, el artista, el intelectual, el escritor no debe confundir la inspiración ni la musa con una beca del Ministerio. El señor Vallaure, con su violenta pajarita, no es la musa, sino solamente un funcionario que se pasó siglos encerrado en un museo. Pero la derecha reinona caerá en la tentación de repartir talento y cobrar halagos desde la Consejería de Cultura y la RTPA. Como si les estuviera viendo.

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