Espejo de villanos: Vallaure y la derecha cañí

"Hijos de puta, si os dejo con vida es por que habréis de amortajárme como a un ángel"

sábado, 15 de octubre de 2011

Vallaure y la derecha cañí

El consejero de Cultura, Emilio Marcos Vallaure aseguró hace unos días que el Centro Niemeyer es un proyecto que carece de futuro, en el que se ha invertido una pastizara para algunas exposiciones que, como la de Cristóbal Gabarrón, «no se puede considerar cultura». El Consejero, sin despeinarse la calva, se jugó su reputación ironizando sobre la obra de Carlos Saura, Jessica Lange y Julian Schnable. Toma ya, qué tío.

Sin embargo, tanto catetismo político no debiera asustarnos, a la luz de las ocurrencias que la nueva derecha de FAC está explicando estos días. Marcos Vallaure, que no ha salido de los muros del Museo de Bellas Artes en los últimos cinco siglos, expresaba muy bien esa ignorancia y vesania al enfrentar el Centro Niemeyer con la política conservacionista del prerrománico, que viene a ser lo mismo que mezclar las churras con las merinas.

Mientras tanto, Francisco Álvarez-Cascos se pasea por Madrid. Más resuelto que nunca, nuestro ínclito presidente, el Mahoma de la nueva derecha astur-mesetaria, ha debido pensar que si la gloria no viene a él, será él quien camine hacia la gloria, y todos los días propone un nuevo recorte, un nuevo partido y un parlamentario nuevo, aunque todavía no sabemos cuál, qué ni, mucho menos, quién será el tipo que tenga los arrestos de presentarse por el Foro de Madrid a diputado del Congreso.

Para algunos, la aventura madrileña de FAC es la puesta en marcha de un laboratorio de extrema derecha; para otros, una bravuconada que le inyecta épica a la aburrida historia política de Asturias, más convulsa que nunca, dicho sea de paso, desde que Cascos ganó las últimas elecciones. Creemos que FAC vive una segunda juventud, pues toda juventud necesita una épica que justifique sus pecados. La épica del amor, de la guerra, de la política, y también, por qué no, del rencor. Ya hemos dicho aquí, en otra ocasión, que la política es la épica del siglo XXI, una épica de hombres vestidos de traje gris marengo sin más atributo que el de disponer de las vidas y haciendas de todo el personal. El problema de FAC es que lo suyo, en Asturias, se está convirtiendo, sencillamente, en un desmantelamiento de todo lo que signifique el pasado; y en Madrid no pasa de ser una fanfarronada castiza, cutre y cañí.

El casticismo español es una fiesta que huele a puro y a boñiga de toro, una expresión exagerada del localismo que no conduce a nada, por estar siempre dispuesta a todo. Seguro que Emilio Marcos Vallaure está encantado con la Asturias cañí que nos propone. En cambio, por aquello de mejorar un poco el nivel, se me ocurre que Francisco Álvarez-Cascos, en vez de hacer de florista por las calles de Madrid, debiera recitar «Ricardo III» a las puertas del Niemeyer. El actor Kevin Spacey ofrece esta semana su versión «belle époque» de la tragedia isabelina subido a las tablas del teatro Palacio Valdés. Es probable que Marcos Vallaure crea que eso no se puede considerar tampoco cultura, pero lo cierto es que sí lo es y a muchos asturianos, incluso, les despierta el deseo de contemplar a Cascos gritando aquello de «Mi reino por un caballo» para después recitar las palabras de Richmon: «Ha muerto un perro sanguinario». Pero eso sucede en el último acto, y aquí la sangría sólo ha comenzado.

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