Espejo de villanos: El nuevo orden

"Hijos de puta, si os dejo con vida es por que habréis de amortajárme como a un ángel"

sábado, 15 de octubre de 2011

El nuevo orden

Hace más de treinta años que el franquismo desapareció. Debería estar olvidado o, al menos, desprestigiado. Un nacional-catolicismo como el de 1939-1975 ya no podría tener ningún éxito en España sobre la idea de «Orden» tal como era entonces concebida, al servicio de Dios, la Patria y la Familia. El viejo «Orden» de entonces ha dado paso sucesivamente a otros nuevos hasta llegar al actual, erigido sobre la idea del déficit, como consecuencia de la crisis económica. En Asturias, además, este nuevo «Orden» aparece ligado a conceptos como el de identidad y, más que al de identidad, al orgullo de ser asturianos y, cómo no, al de ser también españoles, lema cansino que Francisco Álvarez-Cascos no deja de repetir en cada uno de sus discursos y pasquines.

El presidente del Gobierno se presenta diariamente ante los asturianos como un hombre demoledor, un fanático de la disciplina y el método, poseedor de convicciones inquebrantables, empujado por la necesidad de ser de una sola pieza. Podría parecer un hombre aferrado a lo absoluto, pero lo cierto es que, en pocos meses, ha convertido Asturias, a fuerza de orgullo y entereza, en una mala caricatura de sí misma, arrojada hacia el abismo. Nos encontramos ante un nuevo «orden», sí, de rostro amable y bonachón, que trata de ser implacable, sin tanques ni sangre, pero que exuda cierta violencia verbal contenida, trufada de clamorosas contradicciones e intencionados malentendidos, que no concede entrevistas ni ofrece sustanciosas declaraciones, pero es prolija en advertencias que suenan a frías amenazas.

El nuevo «Orden» ha resurgido sobre la voluntad del pueblo, concretamente, sobre la voluntad del ciudadano medio, el «qualunquismo», el hombre corriente que mira la política con desconfianza, porque todos se han vuelto cómplices e izquierda y derecha son, sencillamente, etiquetas intercambiables. Sobre la base de esa desconfianza generalizada, determinados actores políticos se han lanzado a ejecutar acciones informativas dirigidas a desprestigiar al contrincante que, en estos momentos, es su principal apoyo.

Hay besos que duelen como dentelladas. Efectivamente, la derecha gijonesa se disputa el electorado y utiliza cualquier arma, incluida la octavilla, que siempre ha sido una hoja volandera que había que perseguir de sombra en sombra y de esquina en esquina cual si de bendita chacra marroquí fuera. La octavilla se caracteriza por criticar a los gobiernos desde los márgenes de la vida, de la calle y de la ley. Las hordas rojas supieron manejarse muy bien con la octavilla. Lo curioso es que sea la derecha gobernante la que abuse de ellas para amedrentar a la otra derecha, la del PP, que busca votos como truchas, en vísperas de unas generales.

Ciertamente, no sé que pensará Carmen Moriyón de todo esto, que vive en una asepsia política tan intensa como la de sus quirófanos, tras verse desautorizada por su secretario general, a la par que senador, Isidro Martínez Oblanca, pero yo comenzaría a sospechar que hay alguien que gobierna esta ciudad, y no es, precisamente, una cirujana. Aunque a Moriyón, ciertamente, creo que eso poco le debe de importar. Ay.

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