Espejo de villanos: Un cierto aire de familia

"Hijos de puta, si os dejo con vida es por que habréis de amortajárme como a un ángel"

sábado, 15 de octubre de 2011

Un cierto aire de familia

El mejor punto de partida para una reflexión es saberse fuera de lugar. Un buen pintor o un director de cine asume la necesidad de distanciarse de su obra para poder dar con el mejor encuadre sobre el lienzo o la pantalla, y ese plano siempre es aquel capaz de vislumbrar al diablo en el más insignificante de los detalles. Cuando el hombre se despierta y se encuentra «en su lugar», su espíritu resulta indiferente y su gesto adormecido. Sólo un sentimiento de frustración, usurpación y privación de lo que anteriormente era suyo le convienen y estimulan, porque la lucidez aparece con todo aquello que se pierde. Me gusta pensar que la FSA adquiere conciencia de la realidad desde que las últimas elecciones convirtieron al partido en un organismo político exiliado. Todo exiliado es un visionario de las circunstancias, indeciso en la espera y el miedo, al acecho de acontecimientos que aguarda y teme. En su seno se discute sobre el futuro y el desencanto, buscando acomodo para ocupar, en el largo viaje que le espera, el mejor asiento de un vagón de segunda clase, desde el que se puede tomar distancia, ver el paisaje y ejercer la oposición acertadamente.

Pero mientras la oposición busca acomodo y articula un nuevo discurso que le sirva para recobrar el crédito perdido entre los electores de la izquierda, descubrimos que los antiguos exiliados de la derecha han tomado el poder local y autonómico con decisión y una cierta neurosis que les impide llegar a ejercer eso que los políticos han denominado diálogo con el resto de partidos políticos y otros agentes sociales. Uno tiene la sensación de que los muchachos del Foro ejercen el poder desde la neurosis que provoca toda represión manifestada con altas dosis de soberbia y escasa voluntad de mantener con los otros partidos algo tan esencial como el acuerdo político. Hay que reconocer que la derecha de esta ciudad ha vivido reprimida durante tres décadas y que su salida a la calle, después de julio, no se iba a expresar exclusivamente con más gomina en el pelo.

A la neurosis del reprimido que logra, por fin, hacerse con el poder se suma la neurosis del eterno amateur, consciente de que no podrá estar a la altura de sus predecesores, acusados de ser descarados y perversos políticos de profesión antes que por vocación. Contra ellos se dibuja el perfil de un hombre nuevo que ejerce honestamente la política desde la impericia. La ingenuidad, la inexperiencia y un arraigado sentido del deber hacia los demás, elevaron a los «vocacionales» hasta el poder. Eran vírgenes y prístinos, puros y limpios. Sin embargo, desde el exilio, lo que nos interesa saber son los rasgos que definen a ese nuevo hombre virginal, un hombre cuya mayor virtud es no tener ninguna, o sea, un político blanco y sin atributos, cuyo reloj político comenzó a contar desde el minuto cero hace unos meses.

Curiosamente, para la nueva derecha asturiana, el auténtico político de vocación es aquel que ejerce una actividad profesional paralela. Y esto es como si la nueva derecha se definiera políticamente por lo que hace al otro lado del foro y no por lo que piensa, dice o ejecuta en los salones del poder. Para la derecha, se es buen político si además de ocupar un cargo público, se ejerce de abogado o de médico, aunque esto suponga una flamante incompatibilidad. El éxito de este planteamiento radica más en la contundencia de su acción política que en los principios morales de imparcialidad e independencia que a lo largo del pasado siglo los constitucionalistas y el Estado de derecho han tratado de incluir en el estatuto de cualquier cargo público, en aras de una mayor transparencia y legitimidad del ejercicio del poder. Contundencia, qué palabra. Quizá sea la que mejor define, por el momento, el efecto político del FAC.

Jorge Espina, portavoz municipal del grupo de IU, ha tildado de facha en alguna ocasión a Carmen Moriyón, la nueva alcaldesa de la ciudad. Me gustaría saber qué entiende Espina por facha, aunque si se refiere al fascismo como un movimiento caracterizado por su falta de ideología, aunque no por su tibieza, el tiempo parece haberle dado la razón en apenas cuatro meses. Arrastrado al ostracismo por la contundencia política del joven político amateur, Espina descubre la palabra exacta que define a la nueva derecha asturiana.

La esencia del fascismo es que no conserva ninguna. El fascismo es un totalitarismo difuso, una colmena de ideas y contradicciones que tan pronto sirve para denunciar a los políticos profesionales como para consagrar a los profesionales que comienzan a vivir, además, de la política y elevar a los altares de los dioses a aquellos que fueron calificados desde sus orígenes como auténticos animales políticos. Ciertamente, el FAC se presenta, desde el poder, como un organismo que conserva el culto a la tradición, mantiene ciertas sospechas sobre la cultura moderna, tachada de peligrosa e izquierdista, busca aliados entre las élites y las aristocracias, atisba un complot planeado contra él por el resto de fuerzas políticas, que el tiempo y el poder han corrompido, barriendo de sus palabras el más mínimo atisbo de credibilidad y, finalmente, trata de conectar su discurso con una gran clase media frustrada como consecuencia de la crisis económica.

A diferencia del nazismo, que era un movimiento totalitario y monolítico, el fascismo, por carecer de una idea política esencial, se ha podido adaptar a cualquier circunstancia. Y es que el término «facha» se adapta a todo porque es posible eliminar de su definición uno o más aspectos, sin que por ello, dejemos de reconocerlo. Si eliminamos de su contenido el colonialismo, le imprimimos un capitalismo radical, un conservadurismo estético, un catolicismo moderado y un regionalismo nacido a la sombra de Pelayo, es probable que obtengamos un nuevo movimiento político de derechas que conserva cierto aire de familia.

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