Espejo de villanos: Animales de compañía

"Hijos de puta, si os dejo con vida es por que habréis de amortajárme como a un ángel"

domingo, 28 de noviembre de 2010

Animales de compañía

Hace dos noches volví a sentir escalofríos con la maravillosa y sombría «Animal Kingdom» del director australiano David Michôd. Se podría decir brevemente que se trata de una película trágica y violenta, en ocasiones poderosamente fría cuando no profundamente sentimental, de ésas cuya trama te mantiene clavado en la butaca hasta el último plano. Michôd, galardonado con esta cinta en el Festival de Sundance, nos relata con gran maestría ante la cámara el ambiente criminal de Melbourne en los años ochenta a través del precario equilibro de una familia de ladrones acosada por la Policía. La aparición de Joshua, un joven de 17 años que ha perdido a su madre y nieto de la matriarca del clan, alterará los planes del grupo, que paulatinamente se irá descomponiendo como consecuencia de sus propios errores.

El éxito de este trabajo se debe no sólo a su director, sino también a la interpretación de todo el reparto. Honestamente, se me eriza la piel con Jakie Weaver, la mamma de los Cody, una loba con piel de cordero capaz de anunciar tu muerte mientras prepara un estofado, sin que se le tuerza la sonrisa; y sufro con James Frecheville, el joven Joshua "J Cody", un muchacho hermético, frágil y traumatizado, incapaz de comprender la naturaleza de sus actos. Por otra parte, Ben Mendelson, actor desconocido, interpreta un gran papel, encarnando al mayor de los Cody, un tipo sin escrúpulos dispuesto a destruir todo lo que crezca a su paso, con tal de salvar su pellejo, y Guy Pearce resuelve con soltura el reto de encarnar al único hombre honesto de toda la ciudad, un inspector de la brigada antirrobo que hará todo lo que está en su mano para salvar al joven Joshua de la red arácnida en la que se ha visto atrapado.

Más allá de la estructura del guión, compleja y sin ningún cabo suelto, lo realmente interesante de la película es el logrado retrato de personas que resuelven sus problemas al margen de la ley, de hombres y mujeres que luchan con monstruos y nunca salen ilesos. David Michôd recrea un mundo que se rige por sus propias y terribles reglas que no es sino una puesta al día, con acento australiano, de lo que Coppola tan bien supo exponer en «El Padrino», David Cronnemberg en «Promesas del este» y Clint Eastwood en «Mystic River», embarnizando toda la película de una atmósfera ominosa en la que la violencia ronda de forma continua a los personajes y amenaza su existencia.

«Animal Kingdom» es una película lúgubre y abisal, de un amargor terrible, concentrada en un universo cínico en el que la maldad está omnipresente, la sociedad corrupta o impotente y el individuo no tiene otro recurso que tomarse la justicia por su mano.

Más a ras de suelo, el concurso siguió con la ambiciosa y frustrada «How i ended this summer», la historia de un veterano analista ruso y su joven e inexperto ayudante, en una estación meteorológica del Ártico. La muerte de la familia del primero en un accidente desencadenará una cacería entre ambos. A pesar de que la trama está bien resuelta gracias a la interpretación de ambos actores, la acción tarda mucho en despegar, los planos del paisaje ártico se eternizan y uno acaba tan saturado por el océano, el viento y el frío, que se queda tan tieso como un témpano de hielo, a la espera de que suceda algo interesante que los derrita.

Finalmente, el cine social abrió las puertas de este certamen en la tarde de ayer con la argentina «Los labios», de los directores Ivan Fund y Santiago Loza. La cinta, galardonada en Cannes, retrata con un estilo que roza el documental, la labor de tres asistentes sociales en un pueblo marginado de la región de Santa Fe. La película trata de forma digna y emotiva la vida de un pueblo arruinado en la miseria y termina siendo un canto al optimismo antropológico al que parece haberse abrazado este año su director, quizá por esas cosas de la crisis. Ay.

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