Espejo de villanos: La palabra filmada

"Hijos de puta, si os dejo con vida es por que habréis de amortajárme como a un ángel"

domingo, 28 de noviembre de 2010

La palabra filmada

La competición oficial recibió ayer la ópera prima del parisino Oliver Laxe «Todos vós sodes capitáns», galardona con el premio «Fipresci» de la Quincena de Realizadores de Cannes de este año. Su primer trabajo pretende ser una reflexión sobre la naturaleza del cine, contemplada como un instrumento al servicio del conocimiento. Ahí es nada. Una descripción más mundana nos informa que el largometraje narra la experiencia del director en Tánger al frente de un taller de cine dirigido a los niños de una escuela, aunque sobre la trama subyace la idea del proceso cinematográfico como un juego que logra robar al tiempo un pedazo de belleza.

Laxe debuta con un largometraje situándose como un protagonista asceta, de inspiración religiosa, diría yo, que impone los dogmas y la disciplina de un cine de clara afiliación francesa a unos muchachos con más instinto cinematográfico que el propio autor. Después de ver esta cinta, podríamos describir a Laxe como un enviado de Bresson a la tierra, con un mensaje mesiánico que trata de aportar una verdad a los espectadores a través de ese instrumento mágico al que todos adoramos llamado cinematógrafo. Lo que pasa es que esa verdad divina no la encuentro por ninguna parte. Quizá sea la resaca, que me impide ver a un cineasta o lo deforma hasta el punto de convertirlo en un militante más del cine que necesita de la palabra y la interpretación para poder dotar a sus imágenes de un contenido concreto. En cualquier caso, a lo largo de los 78 minutos de este trabajo, siento que «Todos vós sodes capitáns» resulta artificiosa, retórica y falsamente accidental. Me remuevo en el asiento ante un ejercicio de vanidad insólita, tanto peor cuando el director se escapa de la escena y se sitúa definitivamente detrás de la cámara para capturar elaboradas composiciones de plano que convierten la imagen cinematográfica en aquello que precisamente no pretendía ser: una bonita postal de Marruecos.

Por otra parte, la tarde nos trajo «Der Räuber», una producción austro-alemana del director Benjamin Heisenberg. La película reconstruye el caso real de Johann Rettenberg, un ladrón de bancos de los años ochenta que logra ganar varias maratones. A pesar de ello, el protagonista continúa con sus atracos y también se enamora otra vez. Tengo que reconocer que las persecuciones con la Policía me mantuvieron atento, pero la interpretación de los protagonistas es tan plana que necesita de las sirenas de la pasma para mantener despierto al espectador. Desgraciadamente, la película tiene las hechuras de un telefilme de sobremesa. Esperemos que la jornada de mañana nos depare algo mejor.

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