Espejo de villanos: Atrapados en la incertidumbre

"Hijos de puta, si os dejo con vida es por que habréis de amortajárme como a un ángel"

viernes, 10 de diciembre de 2010

Atrapados en la incertidumbre

Vivir atrapado en una permanente incertidumbre, ésa es la clave de nuestra vida diaria, desde que se desencadenó esta crisis económica que ha conseguido que el dinero se convierta en un escudo que confiere inmunidad espiritual a quien lo posee. El dinero, quién nos lo iba a decir, ofrece un espacio para la meditación. Pero ahora no hay dinero, tan sólo un espacio vacío que, lejos de ofrecer cierta paz en el individuo, crea una burbuja bajo la que aflora la incertidumbre.

Me gusta pensar que la incertidumbre de las bolsas, el trajín de los parqués, se ha extendido sobre las aceras que revisten la rutina de nuestra vida diaria. La incertidumbre es ese dinero silencioso, inestable e invisible de las cotizaciones bursátiles que se teje en los despachos de un banco. Frente al billete verde, perfectamente definido en su color, su olor y su textura, cobra más presencia el dinero eléctrico que recorre millones de kilómetros a través de redes a una velocidad infinitamente superior a la de una mano cuando se va al bolsillo para arañar un billete de cinco euros.

Los billetes eran una buena metáfora del dinero, del poder e incluso, para los calvinistas, un buen recurso para dar corporeidad al propio Dios. A veces me pregunto en qué momento llegó esta incertidumbre, cuándo el dinero se hizo gaseoso, volátil y, por lo tanto, inflamable. Quizás ese momento tuvo lugar cuando el dinero que no ocupaba espacio sustituyó al billete que se amontonaba en las cajas de seguridad de los bancos.

Uno de los efectos del dinero invisible es que crea incertidumbre y para domesticar la incertidumbre se impone el capitalismo autoritario de los gobiernos democráticos, que necesitan respirar en una atmósfera de incertidumbres para definir los límites de su propio poder. La incertidumbre justifica que los mercados internacionales impongan la desaparición del Estado del bienestar social para poder mantener su confianza en los gobiernos. La incertidumbre también explica por qué el rescate de Grecia o Irlanda son expresados como explosiones de pánico financiero similares a los atentados sufridos en Nueva York, Londres o Madrid. La incertidumbre, querido y desocupado lector, es el nuevo sistema nervioso de las sociedades que perciben el miedo económico con el mismo pánico que los gobiernos extienden sobre sus ciudadanos cada vez que alguien se olvida una mochila en una estación de tren.

Todos los gobiernos occidentales tratan de frenar la incertidumbre de este modo y, curiosamente, sólo consiguen crear más incertidumbre. La Unión Europea y los EE UU también viven en este estado de incertidumbre, así que aplican cualquier medida ante un problema, como si vivieran una compulsión supersticiosa por salvarse del abismo que ellos mismos han creado. Los países del euro defienden los rescates financieros como único instrumento que puede salvar el sistema económico de los estados y garantizar su capacidad de pagos. Sin embargo, todos los estados sienten que los rescates los hundirán mucho más en la miseria, porque supone sacrificar algo relativamente material, como es la soberanía, a cambio de un dinero que sigue siendo volátil. Es lo que tiene la incertidumbre.

Uno se pregunta si el plan de rescate aprobado para Irlanda es realmente una medida sostenible que pretende ayudar a quienes están más necesitados, una especie de socialismo ejercido desde la derecha que dominan el eje franco-alemán, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Realmente no es así o lo es en un sentido muy singular, pues el objetivo primordial no es ayudar a los pobres, sino a los ricos; no a aquellos que piden prestado, sino a aquellos que prestan. La ironía suprema es que el rescate del sistema bancario sólo es aceptable cuando sirve para salvar el capitalismo y no al tipo que le han cortado la luz, ay.

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