Espejo de villanos: La radio es mía

"Hijos de puta, si os dejo con vida es por que habréis de amortajárme como a un ángel"

sábado, 8 de enero de 2011

La radio es mía

La radio, en aquella vieja y cruel infancia, era aquel mueble pequeño colocado en la cocina. La radio, que la escuchábamos con la misma admiración que guarda un niño a su abuelo, era de madera oscura y tallada, con una ventanita de tela que nunca se abría; tenía unos botones gordos y un ojo mágico, luminoso y rojo, que era el ojo cosmológico por el que se veía el mundo en la casa de los pobres. Los pobres, como los ciegos, siempre hemos percibido la verdad a través de los oídos.

A diferencia del periódico, la radio es el único medio capaz de desnudarnos; es imposible colar una sola mentira a través de ella, de modo que en política, tahúres y fulleros descubren sus cartas en cuanto asoman el morro ante el micrófono. En la radio de nada valen las trampas, así que vuelvo a la radio porque ha vuelto Pachi Poncela con un nuevo programa en la RPA. Pachi regresa con «La radio es mía», un programa de cuatro horas y media que servirá para conocer la actualidad y la vida cotidiana de todos los asturianos. Este regreso de Poncela a la radio nos transmite la idea del periodismo como una enfermedad o, si acaso, como una adicción necesaria para quien lo ejerce y para quien lo disfruta realmente, comprendiendo lo que sucede más allá de lo que ven sus ojos.

El regreso de Pachi nos confirma lo que ya dejé escrito en otra ocasión: de pronto, uno lo deja todo, su trabajo, su rutina, su estabilidad y vuelve a lo suyo, a lo que mamó toda su vida, a lo que estuvo enganchado desde siempre, eso que se convierte en oficio y que logra, casi como quien obra un milagro, que a uno se le dispare la adrenalina.

Pachi Poncela es un agitador irónico que vive como habla, capaz de llenar las horas de buenas historias, conversar y cachondeo. No es un predicador, ni un panfletario. Rehúye del dogmatismo y nunca se toma la patria a pecho ni a sobaco, quizá porque sabe que no es necesario inventarse nada para poder conectar con los asturianos.

Así como el periodismo americano busca un protagonista individual y el periodismo europeo prefiere el rigor del colectivo, Pachi Poncela se sitúa entre los dos ríos para encontrar, en la anécdota, el nervio de la historia de esta región. Con Pachi Poncela descubrimos a un periodista de raza, de esos que levantan las emisoras cuando llega y las deja tambaleantes cuando marcha, que ha entendido su oficio como vida y su vida como oficio. Gracias a él, la vida cotidiana vuelve a adquirir la dignidad de lo desconocido. Y es que el sentido de la vida está hecho de esa cotidianidad que sólo un periodista es capaz de describir con ironía, resignación y simpatía, a través de una voz que no descansa nunca porque nadie se cansa de vivir.

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